El Dret Humà

El Dret Humà

dimarts, 31 de desembre del 2013

LA ROTONDA COMO METÁFORA

Cuando se entra a Castellón por Almazora, hay una rotonda donde una estatua rota (ahora la están arreglando, después de meses) nos recuerda a modo de metáfora que vivimos en una sociedad donde dominan sueños de grandeza, pero que vive realidades de mediocridad. La metáfora está servida. Esto viene a cuento ya que nuestra sociedad vive en los límites de una esquizofrenia cultural peligrosa. No es cuestión de entrar en los detalles de su ubicación, del autor de la misma o de los “sueños” que este artista tiene en relación con su obra. Castellón, amigos míos, da para mucho como surrealismo amargo. Mejor hablar de la estatua como símbolo de una degradación colectiva que a modo de mancha de aceite se extiende indefinidamente. Del modo en que el delirio de aquellos que ostentan el poder se manifiesta de forma zafia. Efectivamente, como alguien con un mínimo de lucidez exclamó: vivimos en el centro de la indecencia.
Si consideramos que el arte representa más o menos el sentir colectivo, es decir, visualiza aspiraciones profundas, entonces la mirada no puede ser más desgarradora. El arte del pesebre ha matado al Arte de la Vida. Y al mismo tiempo, expresiones artísticas de raíz popular son invisibilizadas al acotar la calle como territorio del poder. Las diversas policías siempre nos recuerdan quien es quien....
En la masonería una de sus claves es la belleza. Entendida tal como enunciábamos arriba, un sentir colectivo. Es, se podría decir, la proyección externa de una vida interna. La belleza como expresión de una colectividad viva, generadora de bien-estar. De la luz que nos hace reconocernos mutuamente como miembros de un “algo”. Cuando los masones medievales levantaban monumentos del tipo que fuera, recogían legados sociales y con conocimientos propios culminaban aspiraciones colectivas. Sus obras están ahí, sin mistificaciones ramplonas, pero con la solidez del conocimiento diverso. ¿Qué queremos decir con ello? Sencillamente, que la sabiduría era una especie de urdimbre, donde lo terrenal estaba ligado a lo espiritual, y esto a su vez con el Misterio de la Vida.
La estatua rota nos alienta a hacernos una pregunta que genera desasosiego, pero que cada vez se hacen más personas en nuestro entorno: ¿cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí?
Se admiten respuestas.

dissabte, 21 de desembre del 2013

Solsticio de invierno. Solstici d'hivern.

En la masonería hay dos grandes fiestas: son los solsticios. El de verano y el de invierno. Con reminiscencias paganas, marcan el ritmo, es una especie de ubicación en el tiempo. En concreto, el de invierno marca el repliegue sobre sí mismo. Aquí es donde se encuentra la importancia del rito. No viene de más señalar que rito significa “recordar”. ¿Y qué se recuerda? Se recuerda el percibir la importancia de los porqués, de todo lo que es la vida en Logia, del sentido profundo de los hechos. Ciertamente es la sabiduría acumulada de generaciones y generaciones que nos han precedido. Se recuerda que hay que morir para volver a nacer. También que la madre Naturaleza es un cobijo autogenerador. Es la acumulación de esfuerzos, sabiendo que la luz vendrá, que la vida volverá brotar según sus propias leyes a pesar de cierta estupidez que nos gobierna.
Más allá de la banalización del tiempo presente, los solsticios siguen su curso cíclico, en una especie de atemporalidad. Pasan las culturas, las civilizaciones, las gestas, la podredumbre, etc... pero los ciclos de la vida permanecen. Y en la Logia se celebra el fuego purificador, el pan creado por el esfuerzo, el vino que dá calidez, el agua, etc... en la fraternidad propia.
FELIZ SOLSTICIO DE INVIERNO.