Cuando se entra a Castellón por
Almazora, hay una rotonda donde una estatua rota (ahora la están
arreglando, después de meses) nos recuerda a modo de metáfora que
vivimos en una sociedad donde dominan sueños de grandeza, pero que
vive realidades de mediocridad. La metáfora está servida. Esto
viene a cuento ya que nuestra sociedad vive en los límites de una
esquizofrenia cultural peligrosa. No es cuestión de entrar en los
detalles de su ubicación, del autor de la misma o de los “sueños”
que este artista tiene en relación con su obra. Castellón, amigos
míos, da para mucho como surrealismo amargo. Mejor hablar de la
estatua como símbolo de una degradación colectiva que a modo de
mancha de aceite se extiende indefinidamente. Del modo en que el
delirio de aquellos que ostentan el poder se manifiesta de forma
zafia. Efectivamente, como alguien con un mínimo de lucidez exclamó:
vivimos en el centro de la indecencia.
Si consideramos que el arte representa
más o menos el sentir colectivo, es decir, visualiza aspiraciones
profundas, entonces la mirada no puede ser más desgarradora. El arte
del pesebre ha matado al Arte de la Vida. Y al mismo tiempo,
expresiones artísticas de raíz popular son invisibilizadas al
acotar la calle como territorio del poder. Las diversas policías
siempre nos recuerdan quien es quien....
En la masonería una de sus claves es
la belleza. Entendida tal como enunciábamos arriba, un sentir
colectivo. Es, se podría decir, la proyección externa de una vida
interna. La belleza como expresión de una colectividad viva,
generadora de bien-estar. De la luz que nos hace reconocernos
mutuamente como miembros de un “algo”. Cuando los masones
medievales levantaban monumentos del tipo que fuera, recogían
legados sociales y con conocimientos propios culminaban aspiraciones
colectivas. Sus obras están ahí, sin mistificaciones ramplonas,
pero con la solidez del conocimiento diverso. ¿Qué queremos decir
con ello? Sencillamente, que la sabiduría era una especie de
urdimbre, donde lo terrenal estaba ligado a lo espiritual, y esto a
su vez con el Misterio de la Vida.
La estatua rota nos alienta a hacernos
una pregunta que genera desasosiego, pero que cada vez se hacen más
personas en nuestro entorno: ¿cómo es posible que hayamos llegado
hasta aquí?
Se admiten respuestas.